martes, 31 de julio de 2012

De Roca a hoy, el exterminio continúa.

Alternativa Socialista, publicación del MST en Proyecto Sur.

Por Christian Petralito, periodista y autor del libro “Marici Weu”, integrante de la Comisión Permanente “Chau Roca”.

Si bien el exterminio tuvo su punto de partida con la invasión de españoles y portugueses, a fines del siglo XV, una vez que el país se independizó, el hostigamiento por las tierras de los nativos se acentuó y se organizó. Más allá de las múltiples campañas militares a las diversas fronteras, fue en 1833 cuando los gobernadores de las provincias ya establecidas presionaron para que se lleve a cabo lo que luego se llamó la primera “Campaña al desierto”. Dirigida por Facundo Quiroga y dividida en cinco columnas (la más “efectiva” liderada por el ya ex gobernador bonaerense Juan Manuel de Rosas). Esta expedición se llevó 20 mil vidas aborígenes y se apropió de tierras de la fértil pampa nacional.
Luego llegó el turno de Adolfo Alsina con su “defensiva” zanja para frenar los malones que azotaban las capitales provinciales. La pronta y repentina muerte de Alsina dio paso a la aparición en la escena de la historia a Julio Argentino Roca. Este militar, quien venía “haciendo carrera” en las fronteras aniquilando nativos, logró de la mano del presidente Nicolás Avellaneda llevar a cabo su macabro plan. Gracias a la ley 215, que Bartolomé Mitre sancionó en 1867, avanzó sobre la Patagonia exterminando aborígenes y vendiendo sus tierras a la oligarquía de la época (miembros en su mayoría de la Sociedad Rural Argentina) por míseros pesos.

De la conquista del desierto a la presidencia del país.
Roca logró su primer mandato como presidente, dando ese gran salto por el éxito de su campaña militar en la Patagonia. Su primera medida en relación al tema fue que ordenó atacar la única zona virgen de Rémington, el Gran Chaco. A pesar de la estirpe guerrera de las tribus del norte argentino, las balas fueron más que el corazón nativo y el último bastión aborigen cayó en manos del ejército argentino.
Ahora sí las tierras de lo que hoy es la Argentina fueron usurpadas en su totalidad. Como síntesis de los años de exterminio el General Manuel Olascoaga documentaba las siguientes palabras: “El período comprendido entre julio de 1878 y mayo de 1879 encierra el más notable y fecundo de los acontecimientos de nuestra historia. La gran obra ha dado los siguientes resultados: Pacificación definitiva de los desiertos que se extienden al Sur de la República; la conquista de 20 mil leguas de tierras fértiles otorgadas a la civilización; la sumisión y regeneración de los pueblos salvajes; el establecimiento de la línea militar del Río Negro, que no es solamente una posición estratégica que nos garantiza contra las invasiones de los indios, sino también la base y la fuente de toda colonización y todo progreso. (…) Ésta es la historia fecunda del general Roca, éste es el honor del ejército y, en consecuencia, una gloria nacional”. Y aquellos eran los términos en que se justificaba y, claramente, los objetivos por los cuales se apropió el territorio.

Genocidio, apropiación oligárquica y reimplantación de la esclavitud.
Comenzaba a partir de ese momento otra etapa en la conquista, la distribución de los nativos prisioneros. Luego de discusiones que llegaron hasta el Congreso Nacional, se decidió trasladar hasta las capitales de las provincias a los presos, alojarlos en diferentes cuarteles y campos de concentración, para luego distribuirlos según las necesidades de cada zona como mano de obra esclava. Los hombres que estaban en condiciones laborales fueron destinados a la zafra o producción azucarera del Norte o a la industria vitivinícola de Cuyo. Las mujeres fueron distribuidas como amas de llaves de las familias “bien” porteñas y los menores pasaron a ser criados, siendo entregados como botín de guerra cada miércoles con una gran organización de las señoras de la Sociedad de Beneficencia, incluso publicando la entrega en los diarios nacionales. En tanto, los enfermos y ancianos solo debían esperar su triste y desahuciado deceso. Roca decía: “Lo más conveniente es distribuir estos indios prisioneros, respetando la integridad de sus familias, centro hoy de las poblaciones rurales, donde sometidos al trabajo que regenera y a la vida y ejemplos cotidianos de otras costumbres, que modificarán insensiblemente las propias, despojándolos hasta del lenguaje nativo como instrumento inútil, se obtendrá su transformación rápida y perpetua en elementos civilizados y fuerza productiva”.

La continuidad del roquismo en la actualidad.
Con el paso de los años, las pocas comunidades originarias que resistieron fueron de a poco siendo despojadas de las limitadas parcelas de tierras infértiles que ocuparon por “concesión humanitaria” del estado capitalista. Los grandes terratenientes extendieron aún más sus territorios en los últimos 50 años y con el alambre de púa cercaron los reclamos nativos. Se profundizó la extranjerización de la tierra y hoy mientras Benetton cuenta 900 mil hectáreas de tierra con todo tipo de protección estatal, la comunidad qom que encabeza Félix Díaz, sigue criminalizada, hostigada y perseguida por el gobierno kirchnerista de Gildo Insfrán, y la inacción cómplice del gobierno de Cristina. Por eso, está más que claro que hoy el “roquismo” sigue presente en la política estatal en materia de pueblos originarios. Por eso, decir “Chau Roca” es cuestionar a Roca, su legado y el país de la clase social que representó.

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