miércoles, 1 de febrero de 2012

PLATAFORMA 2012. Para la recuperación del pensamiento crítico.

CELN - ¿Cuál es la Noticia?

Surgió un nuevo agrupamiento de intelectuales, artistas y profesionales, claramente crítico al gobierno nacional y sus políticas: Plataforma 2012.
Su aparición significa un aire fresco que ha movido el avispero de todo el espacio intelectual, en especial al sector de Carta Abierta, que si bien últimamente plantea algunos cuestionamientos es defensor del kirchnerismo gobernante. El documento fundacional de Plataforma 2012, cuyos firmantes van desde la centroizquierda al trotskismo, se centra en dos cuestiones clave: las libertades democráticas hoy avasalladas y la defensa de los recursos económicos hoy entregados. Reproducimos aquí el texto completo, así como una breve opinión de nuestro compañeroHéctor Bidonde, que es uno de sus primeros integrantes.
Escapar al efecto impositivo de un discurso hegemónico no es una tarea fácil. Pero es necesario y posible generar una voz colectiva que enuncie este problema y lo transforme en acto de demanda. Si algo nos define como intelec­tuales es pensar sobre el mundo y la sociedad en la que vivimos, poner en cuestión los problemas que nos plantea, promover el debate de ideas, intentar leer más allá de la letra manifiesta y visibi­lizar lo oculto, tratar de salir de la mera apariencia de los efectos para bucear en las causas que los determinan. En síntesis, sostener nuestra capacidad y conciencia crítica y manifestarla, romper el silencio, como paso imprescindi­ble hacia un accionar colectivo y transformador.
No encontramos este ánimo en algunos trabajadores del campo de la cultura, a quienes hemos respe­tado y queremos seguir respetando, pero que al colocarse como voceros del gobierno han producido una metamorfosis en relación con su historia y su postura crítica.
Nos encontramos ante ver­daderos escándalos de diferente naturaleza y calidad, que tienen como denominador común la impunidad en relación con las responsabilidades de quienes nos gobiernan. Y de manera paralela, asistimos a la construcción de un
relato oficial, que por vía de la negación, ocultamiento o mani­pulación de los hechos, pretende investir de gesta épica el actual estado de cosas.
Javier Chocobar, Diego Bo­nefoi, Nicolás Carrasco, Sergio Cárdenas, Mariano Ferreyra, Ro­berto López, Mario López, Már­tires López, Bernardo Salgueiro, Rosemary Chura Puña, Emilio Canavari, Ariel Farfán, Felix Reyes, Juan Velázquez, Alejandro Farfán, Cristian Ferreira. Vemos crecer la lista de los asesinados. Muertes que en su repetición no dejan de asombrarnos. Muertes que van cubriendo toda nuestra geografía. Muertes que, lejos de ser inocen­tes, marcan un encarnizamiento represivo que no puede ser negado ni atribuido a lejanas decisiones para desresponsabilizar al gobierno central. Ahora descubrimos que desde 1994 somos un país federal, y que por lo tanto las muertes de­penden de las policías provinciales, o de los caciques locales. Curiosa apelación al federalismo, cuando es el gobierno nacional el que ejerce el centralismo unitario y decide de hecho los presupuestos provincia­les, el que resuelve candidaturas, impone ministros y se abraza con los gobernadores casi al mismo tiempo de ocurridos los hechos.
Muchas de las últimas muertes están vinculadas a la carencia de
tierra, y detrás de cada nombre hay una historia de vida que se remonta a la histórica lucha de los pueblos originarios contra el despojo del que han sido obje­to. El proceso de concentración de la propiedad de la tierra y la soja-dependencia de los últimos ocho años son un correlato en el presente de aquel despojo, que el discurso oficial oculta.
El “relato” hegemónico preten­de imponerse sobre la materialidad y el valor simbólico de estas muer­tes. Efectivamente, en torno a estos y muchos otros hechos se elabora un discurso oficial que construye consensos, porque aparenta dar cuenta de una serie de necesidades sociales y reivindicaciones nacio­nales mientras se afianza la persis­tencia de lo mismo que aparenta cuestionar.
Este relato disciplinador y engañoso utiliza la potencia de los recursos comunicacionales de que dispone crecientemente el gobierno para ejercer control social mediante la inducción de mecanis­mos alienatorios sobre las formas colectivas de la subjetividad.
Quieren aparecer como acto­res de una gesta contra las “cor­poraciones”, mientras grandes corporaciones como la Barrick Gold, Cerro Vanguardia, General Motors, las cerealeras, los bancos o las petroleras -y el propio grupo
Clarín, hoy señalado como la gran corporación enemiga- han recibido enormes privilegios de este gobierno.
Quieren también aparecer como protagonistas de una histó­rica transformación social, mien­tras la brecha de la desigualdad se profundiza. Y cuando la realidad se impone sobre el “relato”, los voceros oficiales y oficiosos del go­bierno sostienen que se trata de “lo que falta”. Según los intelectuales reunidos en Carta Abierta, “lo que falta” sería -más allá de las “asig­naturas pendientes” que estarían dispuestos a admitir- una cuestión de “imaginación política”. Y lo que es evidencia y síntoma de lo que no sólo no se transforma sino que se profundiza sería -como en el fenó­meno de las placas tectónicas- algo así como restos traumáticos del pasado en el interior de un proceso transformador, que reaparecen una y otra vez.
El contenido de la producción ideológica oficial se inscribe en una metodología. La discusión de ideas es sustituida por la des­calificación del interlocutor y toda disidencia es estigmatizada. Trivialización del debate, bravata “intelectual”, sacralización de sus referentes con independencia de las acciones que producen, son sólo algunas de las modalidades en las que se expresa el intento
de imponer un discurso único. Cuando desde los medios pú­blicos se utiliza la denigración de toda voz crítica por medio de recortes de frases, repeticiones, burlas y prontuarización como procedimiento intimidatorio y se invalida a esas mismas voces cuan­do se expresan en otros medios, se produce una encerrona que por una u otra vía sólo promueve el silencio.
Hoy la homogeneidad discur­siva empieza a estar atravesada por algunas filtraciones que la erosio­nan: el relato épico ha iniciado un proceso de cierto desenmas­caramiento. La asociación entre derecho de huelga y extorsión o chantaje, o la justificación de la sanción de la ley antiterrorista, serían expresiones paradigmáticas de este fenómeno.
A pesar del afán disciplinador del discurso hegemónico, es nues­tra responsabilidad como intelec­tuales y trabajadores de la cultura romper el silencio que pretende amordazar el pensamiento crítico y promover un debate transforma­dor de los grandes problemas que plantea el presente. Es necesario. Y es posible.
Pablo Albarello, Mirta Antonelli, Héctor Bidonde, José Emilio Burucúa, Jorge Brega, Manuel Callau, Ana Candiotti, Nora Correas, Diana Dowek, Lucila Edelman, Sandra Franzen, Roberto Gargarella, Adriana Genta, Liliana Helman, Eduardo Iglesias Brickles, Diana Kordon, Darío Lagos, Alba Lancillotto, Matilde Marin, Lucrecia Martel, Gabriela Massuh, Francisco Menéndez, Luis Felipe Noe, José Miguel Onaindia, Jorge Pellegrini, Derly Prada, Mabel Ruggiero, Carlos Ruíz, Alfredo Saavedra, Luis Sáez, Horacio Safons, Beatriz Sarlo, Alberto Sava, Herman Schiller, Aurora Juana Schreiber, Maristella Svampa, Nicolás Tauber Sanz, Osvaldo Tcherkaski, Yaco Tieffenberg, Enrique Viale, Dennis Weisbrot, Patricia Zangaro, Daniel Zelaya y otras 280 firmas…
Adhesiones a: plataforma.2012@yahoo.com.ar
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